Las fotografías son cortesía de Jonathan Nuñez y Jaime Iglesias.
Artículo
noveno
de la
constitución
nos da
todo el derecho
de
manifestación
Canto de los manifestantes
En
un punto de la noche la pregunta era la misma entre mis compañeros
periodistas y activistas, ¿cuánta gente hubo?
Los
números variaban, al inicio de la marcha había al rededor de 500
personas, y eso ya bastaba para hablar de una marcha bastante nutrida
en Colima, pero en algún punto la multitud se multiplicó y la calle
Madero lucía abarrotada, casi uniendo el Jardín Libertad con el
Nuñez mediante filas de personas, la mayoría vestidas de negro.
Tres
mil parece una exageración, el número mil no hace justicia al
conglomerado, y a manera de consenso, pareció correcto hablar de dos
mil manifestantes que a pesar de ser muchos buscando ponerle nombre a la injusticia generalizada,
faltan 43.
De
algo no hay duda, esta es la marcha más numerosa que ha habido en la
capital al menos desde las protestas de la segunda mitad de 2012,
cuando la potencia y ambivalencia del #132 frente a la maquina
electoral del PRI sacaron a las calles a cientos de personas.
De
hecho este es mi punto de referencia; de junio de 2012 a la fecha el
universo social de Colima se ha visto modificado por la aparición de
diversos fenómenos que rebasan la manifestación y protesta, pues a
pesar de que muchas veces responden a la catarsis y la desesperación,
son espacios de encuentro y trayectorias de experiencia que se
acumulan, y a pesar de que se bifurcan y a veces se oponen, no dejan
de ser parte de un todo en el que cobran vida.
En
aquel tiempo los que intentaron encausar los sentimientos fueron el
#132, el 2 de Julio, Colima Se Suma, el Movimiento Estudiantil
Disidente.... El experimento social mutó, la coyuntura electoral
desgastó y le quitó brújula a muchas intenciones, pero una vez
encendido el interruptor de la politización todo es cuestión de
seguir sumando.
Hoy,
cuando miles de colimenses salieron a las calles convocados por una
jornada nacional e internacional de manifestación por el México de
fosas y desaparecidos representado en Ayotzinapa, pudieron encontrar
una estructura de movilización y catarsis sostenida por voluntades
de larga organización.
Y es
que si hoy hubo un contingente organizado, con consignas y cantos
para elegir, manteniendo siempre el ánimo combativo, es porque al
hay quienes se han logrado especializar en la agitación, en
mantener encendidas las marchas. Es porque hubo automovil, bocinas,
megáfono y dispositivo de seguridad.
Si
hubo orden es porque se enumeran instrucciones básicas, como no
recurrir a expresiones incendiarias e identificar sospechosos.
Pero
la presencia de estos elementos de organización no significa
homogeneización ni que exista alguien 'detrás' de las protestas, y
prueba de ello son las diferentes mantas, lonas, cartulinas,
tendederos y hasta disfraces que se hacían presentes en el
contingente. Y cuando alguien quiso ponerse al frente con una manta
con consignas ideológicas le dijeron que para atrás, que adelante
va Ayotzinapa.
Si
el pueblo es el conjunto de aquellos que no tienen parte, las voces
excluidas o disminuidas por los guardianes del orden político
entonces se ponen nombre, y aquí marcharon los Bios Iguana, los
Zapatistas, los estudiantes organizados de la Ucol, la novedosa
organización estudiantil del Tec de Colima, estudiantes dispersos
del ISENCO y distintas escuelas, las feministas, Zacualpan, los
trabajadores del SUTUC, las y los maestros que hace un año se
movilizaron contra la reforma educativa, Morena, hasta un nuevo
Frente social. (También aparecieron los Sotelo, un grupo de jóvenes
de Movimiento Ciudadano, también algunas personalidades del PAN).
En
las cartulinas, mantas, lonas y cuerpos se leía el número 43, se
leía Ayotzinapa, pero también Televisa, Peña Nieto, el Narco, el
Gobierno, hasta el Neoliberalismo y el Petróleo se hicieron
presentes como fuerza de empuje. Las diferentes demandas e ideales no
están tan lejanos como parece.
Hubo
un canto contundente:
Aplaudan,
aplaudan
no
dejen de aplaudir
este
pinche gobierno
Y es que así como resulta negativo el exceso de énfasis de la protesta bajo la consigna de los 43 estudiantes desaparecidos por lo difuso que vuelve el horizonte, también resulta positivo pues el espectro de simpatías es amplio, tanto que algunos automovilistas pitaban y gritaban apoyando el contingente, aunque otros se molestaban y frente a la ausencia de seguridad publica cortando las calles, peligrosamente y de manera espontánea algunos manifestantes tuvieron que hacerla de agente de vialidad.
Es
increíble que el Estado tenga la capacidad de enviar policías y
militares vestidos de civil para tomar notas y fotos pero no pueda
asegurar condiciones para el ejercicio del derecho a la protesta,
¿Al servicio de quién están las labores de inteligencia y orden?
Por eso hoy la gente está saliendo a las calles.
Frente
a las ausencias del Estado la ciudadanía se organiza y solidariza,
ya sea tapando las calles espontáneamente, movilizando personas para
nutrir el contingente o agitando cantos durante el trayecto. Pero más
allá del episodio de la marcha, son días, meses y años de trabajo
silencioso en barrios, en comunidades rurales, en escuelas, en las
plazas públicas, en centros culturales.
En
medio de la tragedia y la impotencia los ausentes 43 nos traen un
nuevo aire, un recordatorio de fe para los maestros, para los
trabajadores de la Universidad, para los estudiantes de distintas
instituciones, para los ambientalistas, para los feministas, para los
artistas, para los zapatistas y quién sabe cuántas más identidades
y organizaciones que acumulan experiencias, fuerza y derrotas.
Es
casi seguro que todos se preguntan lo mismo, ¿Y después de aquí
que pasa?
Y
entonces la experiencia nos advierte cautela frente a la emoción,
hoy son dos mil y mañana trescientos. Después de Ayotzinapa y las
camisas negras vienen las diferencias, los egos, las posturas
encontradas, los objetivos diversificados y a veces poco claros, el
rechazo a la política o su sobrevaloración, y en todo esto media la
falta de comunicación y entendimiento. ¿No es justamente para lo
que sirven las calles?
Hubo
un episodio de llamar la atención. El primero fue un momento extraño
de emociones agitadas: La multitud se desbordó, no podía rodear el
Jardín Libertad sin poner el cuerpo frente a un edificio y una
personalidad que se volvieron símbolo, y entonces el Estado, la
injusticia, los desaparecidos, cobraron cuerpo de culpa:
¡Mario,
cobarde, Colima está que arde!
Los
policías que resguardaban la entrada decidieron meterse y cerrar las
puertas (padres de desparecidos, trabajadores del SUTUC y pobladores
de Zacualpan podrán comprobar que esas puertas casi siempre están
cerradas para la demanda social).
En
el contingente también hubo tensión, el fantasma de los infiltrados
es poderoso, hasta hubo quien pensó que iban a incendiar la puerta
como en la Ciudad de México. Pero apareció la autocontención, al
rededor de 7 personas se pusieron frente a la multitud y comenzaron a
hacer señas de que retrocedieran.
Ya
en la plaza comenzó el pase de lista de los ausentes y un grupo de
estudiantes coordinó el cierre con un performance y expresiones
culturales que suplieron al discurso político, donde probablemente
alguien hubiera planteado la pregunta de ¿Qué hacer? Aunque cierto
es que para muchos esa pregunta no es relevante.
Habrá
que rescatar la participación de una ciudadana que nos recordó que
en Colima también hay desaparecidos, de los cuales no se sabe nada
después de años de búsqueda e ineficiencia de la justicia.
También
tomó el microfono Epitacia Zamora, mejor conocida como Pita, un
ícono de la lucha indígena de Zacualpan, quien nos dijo que "somos semilla que nace, que se organiza, pero que no muere... y así debemos unirnos en todo el país, en todo el mundo para que los poderosos no nos aplasten, no nos acaben..."
Y
entonces el campo de flores de una idealizada primavera se reduce, ya
no hay miles de personas abarrotando la plaza principal, aunque
tampoco son una decena de interesados buscando conclusiones,
relatando impresiones y construyendo proyecciones. ¿Qué pasará por
la cabeza de todos los que se fueron a sus casas? ¿De los que
salieron a ver pasar la manifestación con simpatía y morbo? ¿Que
pasará por la cabeza de los poderosos que señala Pita?
No faltan quienes discuten si es necesaria o no una revolución... Probablemente estamos en medio de una, que nos recuerda a 1910, a la bola, a la explosión disgregada pero bastante fuerte como para despertar reacciones y agrietar fortalezas.
Yo me pregunto lo mismo que todos, ¿qué vamos a hacer?
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