Todos somos Zacualpan ¿y qué?: la imposible lógica política en Colima.


Acompañado a una persona recién instalada en Colima al campus central de la UCOL, cuando pasamos por el Paraninfo señalé la malla ciclónica y los alambres que pusieron cuando el Movimiento Estudiantil Disidente mantenía activas una serie de protestas.

La respuesta de mi amigo fue muy atinada, me comentó que en nuestro estado parece haber una paranoia instalada en las autoridades, que a cualquier brote de crítica, oposición o disidencia, activan todo un aparato de protección como si se tratara de la presencia de algún agente violento y desestabilizador. Y para muestra, la exageración del Paraninfo.

Lo que aconteció en Zacualpan el jueves 13 de marzo es una muestra más de la histeria instalada en los grupos de poder dominantes, lo que parece confirmar que Colima se inserta en una tendencia global donde, tomando nociones de Gramsci, el consenso está cediendo paso a la coerción, y el oficio político se entierra.

La mano invisible del mercado va acompaña del puño de hierro del Estado (en Colima tendremos que decir que es un puño blando e inexperto si lo comparamos con otros lugares), pues hay zonas que resisten las lógicas ajenas que determinan a quienes sacrificar de los beneficios de la modernidad y el desarrollo.

Examinemos superficialmente que pasó en Zacualpan: un grupo de pobladores tienen meses solicitando una audiencia con el gobernador para buscar dar salida a un conflicto que mantienen con instancias federales que les niegan el derecho a la autodeterminación en los asuntos de su territorio, como les corresponde por ley.

No les hicieron caso y tuvieron que llamar la atención. La táctica fue tomar las instalaciones de suministro de agua de la ciudad para exigir la presencia del gobernador y dialogar. La cuestión era relativamente simple, el gobernador se presenta y se libera el  suministro.

Pero pasaron más de ocho horas para que el gobierno se hiciera presente, y no fue a través de quien preside el ejecutivo, sino del secretario general de gobierno, que hay que aclarar, no fue a recibir peticiones y negociar, sino a realizar el desalojo por las buenas o por las malas. Claro que la opción fue la segunda pues a los pobladores no se les ofreció trato alguno y ellos no cedieron de la toma.

Después de realizar un operativo sumamente improvisado y mal hecho (hay que observar los videos con policías sin uniforme, otros vestidos de civil con armas, y el excesivo e incomprensible uso de una tanqueta para enfrentar a niños, mujeres y adultos mayores desarmados), el gobierno se dijo dispuesto a dialogar.

Pero como casi siempre, el efecto ha sido adverso para las autoridades y positivo para los manifestantes, la indignación y solidaridad ciudadanas se activaron, ello a pesar de una campaña en prensa, radio y televisión destinada a limpiar las torpezas gubernamentales e incluso, criminalizar a quienes protestan.

Sin embargo, en nuestro estado hay una variable interesante que me gustaría poner en comparativa respecto a otras experiencias en otras latitudes. Por lo general, este tipo de episodios se repiten casi como un modelo donde el proceso es: represión=indignación=organización y masificación. ¿Por qué en Colima no pasa esto?

Pudiéramos hablar de falta de pilares organizativos pero al menos hay tres agentes activos actualmente,  que tienen estructura y recursos pero por alguna razón no convocan como quisiéramos.

El SUTUC está en un proceso de antagonismo con el aparato de Estado, los productores de limón sufren el mismo desprecio que los pobladores de Zacualpan pidiendo audiencias, MORENA se moviliza para enfrentar el modelo neoliberal al tiempo que consolida estructura, burocracia (no lo uso como peyorativo) y candidatos.

Por su parte, poco queda de aquel movimiento magisterial que intentó oponerse a la reforma educativa sin lograr asentar al menos una decena de demandas que le hubieran dado solidez para ir ganando y reconstruyendo espacios de poder y participación en lo local.

A los de Lomas Verdes no los hemos visto solidarizarse después de que a su vecindario se congregaron diversas personas y organizaciones que les ayudaron a hacer fuerza de presión para evitar que instalaran un lujoso complejo católico en su jardín. El gobierno ya encontró un nuevo lugar para elevar el monumento a los berrinches de la jerarquía eclesiástica.

Casos hay muchos, colectivos de arte, de ciclistas, sexualidad, derechos humanos y la lista sigue. ¿Estamos atrapados en una lógica de corta visión, sectorial y vanidosa que no logra empatar los intereses particulares con el bien común? 

Esto es importante porque si el Estado reprime, silencia y excluye, lo hace bajo la fuerza que le da una relación (conceptual, discursiva, ideológica) de sus intereses con el interés público, de tal modo que la autoridad representa el orden y la unión. 

Es necesario oponer otro espacio (conceptual, discursivo, ideológico) de bien común, de identificación de intereses e identidades, de articulación de prácticas sociales con organización política, ya sea permanente o intermitente pero medianamente estable para activarse frente a contingencias.

Y cuidado que en ocasiones, en los movimiento y agrupaciones de resistencia también aparece cierta paranoia, y las lógicas pueden correrse hacia lo reactivo, cerrando un escudo que no permite amplificar ecos.




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