"no queremos oro ni queremos mina
nosotros queremos romper la piñata..."
nosotros queremos romper la piñata..."
Pozole de puerco, pozole de hongos y el tradicional de la comunidad: pozole de camarón de rio; además de los tamales, el agua fresca y el café, este es el muestrario gastronómico que ofreció la comunidad de Zacualpan, Comala, en su festejo “Una navidad sin minería”.
Mientras para algunos este es un
evento lleno de color, magia y autenticidad, de convivencia y calidez humana,
otros perciben una especie de desencaje, de una mezcla por ahora imposible.
Para muchos de los
que asistimos de “afuera” este evento es folklore, lo que merece muchas fotos,
idealizaciones, desacreditaciones o sospechas. Juzgando de afuera (pero
conviviendo adentro), una comunidad en emergencia y en politización puede ser objeto tanto de esperanzas como de frustraciones.
Aristas en su mayoría
provenientes de culturas urbanas, participan en un escenario dispuesto para la
recuperación de lo común, la exaltación de lo ancestral y el reforzamiento de
la unidad frente al enemigo.
“No sé pero me
pareció medio forzado, como que no es la música de la gente de aquí, se les
veía medio serios”
¿Cuál es la música de la gente de Zacualpan? En esta comunidad los niños parecen ser los más eclécticos pues en medio de un entorno tradicoinal adoptan con gusto el reggae, el rock y el rap, mientras los jóvenes en su gran mayoría escuchan y tocan música de banda, de los adultos y adultos mayores no tengo datos.
La posada (como en todas las
asambleas y mitines que he podido presenciar) estuvo marcada por la ausencia de
jóvenes, pero hay una fuerte presencia de niños y niñas, que corren
por el jardín, toman fotografías con cámaras profesionales, dibujan y pegan sus
carteles, quiebran piñatas y se amontonan por los dulces en medio de símbolos de identidad y rechazo a los proyectos mineros.
Para los demás pobladores, casi
todos adultos y en su mayoría mujeres, el telón de fondo para la convivencia estuvo compuesto por cantos y danzas prehispánicas, música
alternativa, trova, y un grupo de migrantes del corte de pepino que canta en
mixteco.
No hubo baile ni catarsis, ese momento en el que de pronto todos se funden en gritos o pasos.
No hubo baile ni catarsis, ese momento en el que de pronto todos se funden en gritos o pasos.
En la pared de la iglesia se proyectan imágenes mayas, aztecas, nahuas, y
algunas otras contra la minería, apenas debajo
de la imagen de Santiago Apóstol, el que poco a poco se convierte en un símbolo que cobija un proceso de resistencia y reconstrucción.
Una comunidad indígena en riesgo
de ser absorbida o desdibujada por la ola de desarrollismo y modernización parece
sacudirse la modorra, y aunque pareciera un poco forzada a convivir con expresiones artísticas y
culturales híbridas o tradicionales,
por ahora está siendo útil a un proceso de reconstrucción comunitaria que por
arte de magia no se iba a detonar.
A las personas parece no
molestarles ser anfitrionas, al contrario, con gusto preguntan de dónde vienes,
con gusto te platican de la mina y los comuneros, de lo difícil que es sacar el
camote del cerro, de lo grandes que son los chayotes y de que el berro no es
una hierba de temporada. Y es que con una diversidad de productos que cultivar
para comer y comercializar ¿Para qué nos vienen a ofrecer dinero por contaminar
nuestras tierras?
Y aquí viene de nuevo la
precaución contra las idealizaciones. Me cuenta Boni sobre el montón de frutos
y hierbas que pueden obtenerse en su territorio, pero ella ahora no puede comer
una especie de verdura porque, dice, cuando era niña era lo único que tenían
para comer, y entonces por el abuso ya le hace daño. En medio de la abundancia
hay hambre.
Y las preguntas entonces tendrán
que retumbar hacia los que estamos fuera y de una forma u otra simpatizamos con
la comunidad de y su lucha contra la minería.
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