Zacualpan, extractivismo global y política local, algunas reflexiones iniciales



LO GLOBAL

Actualmente, la explotación minera es una actividad estratégica para el crecimiento de la industria dominante en el sistema-mundo. Los minerales se han vuelto de suma importancia para la industria de la construcción a gran escala, la de las estructuras urbanas, de los componentes electrónicos, de la industria armamentística. Todo este complejo de actividades es el que sostiene la actual planta productiva dominante en el mundo. entre 1900 y el 2000, cuando la población creció cuatro veces, el consumo de materiales y energía aumentó en promedio hasta diez veces; el incremento del consumo de biomasa en 3.5 veces, el de energía en 12 veces, el de metales en 19 veces y el de materiales de construcción, sobre todo cemento, unas 34 veces.[1]

Este escenario de aumento del consumo se da en un contexto mundial de relaciones asimétricas, donde regiones como América Latina se convierten en exportadores de materia prima barata, y los países ricos exportan materiales con alto valor agregado pues ellos concentran el negocio de la transformación de recursos o bienes naturales, actividades como la petroquímica, la metalmecánica, las tecnologías como telecomunicaciones, electrónica o la robótica.

América latina es una región que cuenta con altas cantidades de recursos estratégicos, mientras, países dependientes de estas materias primas como EEUUAA, al no contar con suficientes reservas de materiales, o al no querer asumir los costos socioambientales, promueven la actividad extractiva en otros territorios. Es entonces que se configura la tendencia donde “zonas con reservas importantes de recursos energéticos (petróleo, gas, carbón), mineros, hídricos o de biodiversidad, se perfilen cada vez más como estratégicas y conflictivas. La geopolítización de los recursos alude así, al rol estratégico, crítico e incluso esencial, que ellos juegan desde una visión del poder de Estado y de las clases que lo poseen; noción que ha llevado a considerarlos en algunos casos como una cuestión de seguridad”[2]

EXTRACTIVISMO 

La primer década del siglo xxi ha estado caracterizada por un cierto repunte de las economías latinoamericanas (exceptuando a México y algunos casos más), sobre todo en países cuyos gobiernos son identificados con la izquierda política o administraciones de corte progresista, casos que paradójicamente,  ofrecen un reflejo de las contradicciones de un crecimiento basado en la demanda mundial de commodities, bienes como el petróleo, los minerales y la producción agrícola intensiva.

El concepto de extractivismo trata de dar cuenta de un modelo económico basado en la apropiación de grandes cantidades de bienes naturales, generalmente bajo prácticas intensivas y que en su mayoría son material de exportación. En este cuadro puede mencionarse la agricultura intensiva, la minería, la actividad forestal y la explotación de hidrocarburos.

El uso generalizado de agrotóxicos, los desmontes, el despojo de comunidades, la concentración del usufructo de tierras y la represión contra quienes resisten estas políticas son un escenario constante del modelo extractivo. El concepto de acumulación por desposesión bien puede servir para describir los puntos más conflictivos de este modelo donde  hay un despojo al menos en tres sentidos: 

el despojo de los bienes comunes, el del bien común de buena parte de la población e incluso de pueblos enteros, y el despojo gradual del futuro de las generaciones venideras. Justo por ello es que una lectura propia de la ecología política es útil y necesaria, entendiendo a ésa como el estudio o diagnóstico de la complejidad de intereses, estructuras de poder y conflictos existentes en torno a los bienes comunes que figuran como sustento del funcionamiento de la economía 

Y es que si medimos la actividad minera por su capacidad de detonar el desarrollo local y elevar el bienestar de las comunidades, debemos señalar que no existe un solo caso de éxito de una empresa minera, pues si bien estas pueden registrar elevadas cifras de utilidad, y con ello presumir generación de empleos y en ocasiones atienden casos particulares de las comunidades (supliendo las funciones del estado), la realidad es que la actividad minera fractura poblaciones, provoca pérdida de la calidad de vida y vulnera al estado nacional.

Contrario al discurso que promueve estas políticas, los beneficiarios son las grandes cooporaciones trasnacionales y no las naciones, mucho menos los territorios que  se convierten en zonas sacrificables. Los pueblos indígenas, los campesinos, los pequeños productores y la población en general son quienes asumen los costos ambientales, económicos y de salud.

No es casualidad que en la región el aumento de los conflictos políticos y sociales se esté dando mayormente a partir de la oposición a mega- proyectos extractivos, sobre todo mineros, y con mayor énfasis en territorios con presencia indígena.

LA MINERÍA

Hay que distinguir entre la minería tradicional y la moderna, específicamente las dinámicas e implicaciones de la segunda, pues es en esta donde se centra el actual debate y se producen los conflictos en muchas regiones del mundo.  Si actualmente encontramos una oposición a determinados proyectos mineros, esto poco tiene que ver con la roca para cemento, la arena para la construcción o la sal de mesa; la oposición social y política a la minería tiene su enclave en características tecnológicas y económicas específicas: la minería transnacional a gran escala.

Baja ley de los minerales (menor pureza), alta tecnología y gran escala extractiva, han sido en los últimos años un coctel con desastrosos impactos ambientales, sociales y económico en las formas de vida local y las comunidades involucradas.

Y es que solo de esta forma, podemos entender que la extracción de un gramo de oro por cada tonelada de material removido sea rentable. 

Al ser esta una actividad económica transnacional, las utilidades económicas ni siquiera quedan en el país, pero los altos costos son pagados por la población. La industria minera es un ejemplo de neocolonialismo.

Las fases extractivas del proceso minero –las de mayor impacto ambiental negativo y de menor generación de empleos, desarrollo tecnológico y generación y retención de valor agregado- se concentran en unos países, los países dependientes; mientras que el procesamiento, Industrialización y consumo final de estos metales se concentra en los países más poderosos.[3]

El pequeño núcleo de empresas transnacionales con capacidad de realizar las tareas extractivas tienen el poder de fijar y regular precios, especulando en el mercado comercial y financiero, tienen poder frente a gobiernos y poblaciones por lo que pueden determinar legislaciones y poner a su favor regímenes tributarios y de propiedad, evadiendo controles y normas. La capacidad de presión de estas empresas es enorme y siempre están marcadas por violaciones a derechos humanos, corrupción, abusos de todo tipo.

La promoción de la actividad minera, así como del desarrollismo y el extractivismo está cimentada en falsos discursos donde se sigue promoviendo estos proyectos como detonadores del desarrollo, generadores de empleo y de crecimiento económico, siendo en realidad nuevas formas de saqueo colonial que no representan beneficio real para las poblaciones y los estados.

Por ejemplo en México, mientras la actividad de oro ha subido, de 36 toneladas en 2006 a 80 toneladas en 2010, la participación de la actividad minera en el PIB nacional es limitada y de hecho ha ido a la baja, en 1983 representaba el 1.63% del PIB mientras en 2008 el registro es de 1.1%. En cuanto al empleo, la actividad minera ronda los 270 mil trabajadores, esto es,  alrededor del 0,2% de la población nacional y menos del 0,1% de la población económicamente activa

ZACUALPAN: PARTICULARIDADES POLÍTICAS

Este escenario opera sobre Zacualpan, con su correlato (o pre-relato) en Minantitlán, en las afectaciones de salud que sufren pobladores de este municipio en Colima, que llegó a ser el primer productor de pelets a nivel nacional y al mismo tiempo el municipio más pobre. En el Stand de la Feria de Todos Santos uno no podía distinguir si visitaba un municipio o una empresa.

Peña Colorada prácticamente se ha apoderado de este territorio, con casos documentados de enfermedadwa y contaminación que son ignorados deliberadamente por la autoridad. En las poblaciones donde esta empresa está asentada no encontramos un aumento cualitativo de bienestar de vida y desarrollo, y las pruebas están a la vista de todos.

Esta megaempresa organiza jornadas de salud, repara infraestructura urbana, ofrece becas para estudiantes y hasta es una de las financiadoras de los premios a la excelencia académica en la Universidad de Colima. El consenso es fácil de comprar, para quien tiene los medios y las condiciones.

En un escenario mundial donde las dinámicas de poder son desterritorializadas y móviles, encontramos que los corporativos trasnacionales se dedican a recorrer países para detectar zonas de explotación y apropiarse de ellas. La misma empresa que ayer inauguró un proyecto en Argentina hoy puede estar promoviendo la instalación de una mina a cielo abierto en Zacualpan, Colima, y mañana estará en Bolivia.

Estas corporaciones están llenas de escudos y mediadores, por lo que al menos hasta ahora en Colima se desconoce quiénes están detrás del proyecto en Zacualpan, solo se sabe el nombre del empresario que promueve el emprendimiento, quien ha visitado la comunidad para esgrimir argumentos supuestamente convincentes, dinero, y en ocasiones movilizar la intimidación a través del presidente comunal o el comisario ejidal, quienes declaradamente están a favor de la instalación de la empresa.

Es entonces que podemos calificar de hipócritas o idiotas las declaraciones de personas que salen a denunciar que una asociación civil ha llegado "de afuera" para dividir la población y trastocar la vida de la comunidad para promover la violencia.

¿Existen comunidades cerradas, impermeables, que no tienen ningún contacto con la sociedad?
¿Los agentes económicos transnacionales pueden elegir territorios de explotación en países que ni siquiera viven, pero un agente social, una ciudadanía organizada no puede informar a sus pares sociales sobre riesgos y derechos?
¿Es violencia denunciar corrupción y hablarle de frente al poder político pero no la compra de conciencias y el desprecio de pobladores?

Hasta hace un par de semanas, pocos sabíamos de la importancia de Zacualpan para una zona conurbada que concentra una gran parte de la población del estado, y la cual recibe de esta comunidad un valiosísimo servicio: el agua de sus manantiales.

Por las características y casos excesivamente documentados en el mundo de la minería a cielo abierto, esta actividad estaría poniendo en riesgo a miles de ciudadanos, contaminando el agua que bebemos todos.

Pero el interés general también se refleja en la propia comunidad, en el estado de derecho y en una vida democrática que en teoría los gobiernos promueven, la cual contrasta con la realidad pues hasta el momento, los actores políticos se han mostrado tímidos, incluso en algunos casos, represores.

La comunidad de Zacualpan ha podido actuar a tiempo pues apenas se comenzaron a correr los trámites para buscar instalar en su territorio una mina, con la ayuda de la asociación civil Bios Iguana los pobladores han conocido el proyecto y sus riesgos, se han enterado de sus derechos y han elegido organizarse y luchar.

En todo caso hay dos agentes “externos”, uno económico que compra conciencias, que presiona gobiernos y tuerce leyes para instalar un emprendimiento que le generará cuantiosas cantidades de dinero, pero que no lo conocemos, que aparece a través de sus mediaciones. Otro agente es social, quien conociendo al enemigo (o el escenario de amenazas) se hace presente, agita y ayuda a preparar la resistencia con conocimientos técnicos, jurídicos y políticos.

El problema se ha visibilizado, muchos actores políticos han tenido que someterse a la dinámica y posicionarse públicamente en favor de la comunidad y en contra de la mina, la sensatez se ha visto en muchos casos, sobre todo en los representantes populares y funcionarios públicos más directos (presidencia municipal, diputados), aunque los posicionamientos aun son tibios o se limitan al tema de la mina, pues dificilmente encontraremos aquí una autoridad apoyando un proceso de construcción política autónoma.

En otras dimensiones, específicamente en el gobierno del Estado, la sensatez no aparece pues no hay postura, solo retóricas que dan vuelta y ocultan el problema, que no reconocen a los actores y que aparentemente llaman a la paz, cuando en realidad lo que se busca es despolitizar el problema, destrabar lo pactado, desactivar la oposición.

Hasta hace pocas semanas, muchos de los pobladores de Zacualpan que hoy asisten a asambleas y talleres, tenían un escaso conocimiento de sus derechos como pueblo indígena y como ciudadanos, era casi inexistente una cultura democrática y una identificación comunitaria. En un par de semanas todo esto ha cambiado.

Ahora los pobladores organizados en el Comité Indígena para la Defensa del Territorio de Zacualpan reivindican su identidad, se dicen herederos y propietarios de una tierra, de una tradición, de una serie de identificaciones. Un inminente riesgo, la acumulación de olvidos y la intervención de agentes sociopolíticos han activado todo un proceso de construcción de poder popular, de empoderamiento comunitario.

La comunidad a la que refieren los actores políticos, específicamente los que denuncian la injerencia de “externos” no existe, esa es una mera referencia  que sirve para anular la política, para invalidar la participación de los otros, pero incluso, para negar a la comunidad misma pues la referencia es para fortalecer una autoridad sin control ni relación democrática.

Pero ahora emerge otra comunidad, una que se enuncia por sí misma y no es referencia para justificar un poder unipersonal, incluso es una comunidad que cuestiona y pretende transformar ese poder, hacerlo real, eficiente, representativo, un proyecto político propio y no la aceptación sumisa de una realidad naturalizada.

El riesgo es caer en la misma dinámica excluyente, en la anulación del otro. Todo proceso de empoderamiento encarna este riesgo y es asumible, pero no por ello siempre será justificable negar la interlocución, descalificar a lo bruto o invalidar apoyos. Estos riesgos pueden verse en actitudes fundamentalistas anti-estado, en decir que la política es mala por sí misma, en delimitar el ustedes los occidentales invasores contra nosotros los originarios victimizados.

Las dicotomías y las oposiciones son necesarias para organizarse, para defender y avanzar, pero su sustancialización casi siempre conlleva el riesgo de la comunidad como referencia para sostener una posición de poder fundada en sí misma, alimentando el círculo autoritario y abonando nada a procesos de construcción más amplio, a la sombra de la emancipación, de la expansión de posibilidades.




[1] Extractivismo, fronteras ecológicas y la geopolítica de los recursos en América Latina. Gian Carlo Delgado Ramos
[2] Ibid

[3] 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina. Colectivo Voces de alerta


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